viernes, 14 de diciembre de 2012

... Y llegaron los 30


Aquí están, acomodándose a mí poco a poco, pesados y dolorosos, los 30 por fin han llegado. Hoy mis canas están mas punteagudas que nunca, parece que saben que ha llegado su momento y que pronto tendrán nuevas amigas. Y es que aunque he intentado hacerme a la idea durante los últimos dos años, lo cierto es que me siento algo rara…30? Yo? No, no… que va… Pero sí, más vale que me vaya haciendo a la idea de que la juventud veinteañera quedó atrás. Ay, como la echo de menos.

Pero siendo optimistas puedo decir que mi década veinteañera ha sido estupenda, han cambiado tanto tantas cosas que si miro atrás casi no me puedo creer todo lo que me ha pasado.

En los últimos diez años, e incluso sólo en los últimos 5, he aprendido muchas cosas que me han convertido en la treintañera (como duele decirlo) que soy hoy: aprendí a valorar las cosas realmente importantes y a que no darle me importancia a lo que otros piensen de mí (si es malo, claro, si es bueno hay que darle muchísima importancia a su acertada opinión), conocí a mucha gente y a algunos los convertí en mis amigos, estreché la relación con mis amigas y descubrí lo mucho que las necesitaba, salí hasta el amanecer y me desmaquillé medio dormida con acetona para las uñas (dolor…), me di decenas de baños con espuma, me enamoré, me desenamore, me volví a enamorar, descubrí lo que quiero y lo que no quiero, escuché miles de canciones, bailé como una loca por toda la casa, canté delante del espejo y utilicé el cepillo como micrófono, adelgacé una talla, la volví a engordar, me enamoré de los gatos, me compré mi primera antiarrugas, dejé de teñirme el pelo (en breve tendré que volver a hacerlo… malditas canas!), descubrí que no pasa nada si no llego a ser directora general del mundo y que el trabajo es solo trabajo, viajé más que nunca y en la mejor compañía, cotilleé en Facebook las fotos de mis compañeros del colegio, me compré 200 pares de zapatos, me mudé dos veces, me empezó a gustar el rosa, tuve 150 ideas para montar un negocio, probé el sushi y lo convertí en mi adicción, me compré una moto, cambié de trabajo, me compre cientos de golosinas y le dije a la señora de la tienda que eran para mis sobrinos, intenté sin conseguirlo que me gustara el vino, conocí en persona a Georgie Dann y no me cantó el chiringuito, algunos niños empezaron a llamarme señora (angelitos), aguanté estoica muchos "y tu, para cuando?"…

Pero sobre todo me he reído, me he reído mucho, a carcajadas, de todo y de todos, y más aun de mi misma. 

Solo espero que la treintena me reserve la mitad de buenos momentos, y si es así, seguro que los 30 no son tan malos.

30 aquí estoy, no os tengo miedo! 

viernes, 16 de noviembre de 2012

En la recta final... 30, allá voy!


Ay dios mío, ay dios mío… ahora sí que sí… recta final. El resto de mis amigos/conocidos ya han pasado por el trance de cumplir los 30. Sólo quedo yo. Me encuentro sola tras la línea de la juventud, saludando desde el borde a los pringaos del otro lado a los que les están saliendo sus primeras patas de gallo y solo hablan de pañales y de ofertas del mercadona.

Menos de un mes amigos, menos de un mes. Y como preludio a tan gran acontecimiento me han salido tres nuevas canas (3, una por cada decena) en medio de la cabeza, tiesas como ajos (no sé si los ajos son tiesos pero he acuñado esta expresión y me gusta como suena) y totalmente de punta, parezco una antena andante.

Creo que tengo estrés pre-treintañero, un cierto nerviosismo por atravesar la barrera psicológica. A partir del próximo mes, no habrá reunión familiar en la que no me suelten eso de “y tú ¿para cuando?” ni cola de supermercado en la que alguna jovencilla de instituto le diga a su madre que va “detrás de esa señora” (está bien, esto no pasará porque no voy al supermercado…). Ya no me preguntarán en la peluquería si soy menor de 25 para hacerme el descuento “joven” ni sabré quién es ese cantante de moda que por lo visto alcanzó la fama grabando sus videos en un tal youtube. No sabré cuales son las expresiones “del momento” y me quedaré anclada en el “mola un turrón” que me enseñó mi amigo Mario. Utilizaré palabras que en boca de post-treintañeros suenan ridículas como curro, peluco, garito… y todas esas con las que tanto me he burlado de los mayores de mi alrededor. Sí, el mes que viene seré una de vosotros.

Los que ya han cruzado “la línea” dicen que se sienten bien, que están en un buen momento, que les gustan los 30… Dejadlo, sé que es mentira. Es una tapadera para no reconocer que lloráis por las noches agarrados a la almohada recordando aquellos días en los que salíais hasta el amanecer y al día siguiente estabais tan pichis sin medio dolor de cabeza, esos días en los que vuestra mayor preocupación era saber si os comíais una hamburguesa o dos, porque sí amigos, antes no engordábamos como ahora. Maldito metabolismo treintañero.

En fin, me despido ya, tengo que dedicar toda mi energía a sacar el máximo provecho a lo que me queda de juventud, ¿algún último consejo? 

domingo, 16 de septiembre de 2012

Transporte público


Uno de los inconvenientes de mi reciente cambio de trabajo son los kilómetros de más que me toca recorrer cada mañana. Trabajar cerca de casa es una de esas cosas que no valoras lo suficiente hasta que no lo tienes. Antes, en escasos 15 minutos conseguía llegar sin despeinarme al trabajo y aparcar en el parking de la empresa sin tener que pisar la calle, así que podía ir con taconazo e incluso sin abrigo porque prácticamente era como pasar de la habitación al salón (sí, quizá sea algo exagerado…).

Este cambio hizo que tuviera que enfrentarme a una de las cosas más terribles para las personas que se han aburguesado con el tiempo: volver al transporte público. Después de 8 años yendo en mi coche, calentita en invierno y fresquita en verano, escuchando la radio a mis anchas y soltando algún taco a los conductores desconsiderados, volver a  coger el tren-metro-autobús me suponía todo un reto. Y eso que toda mi vida he ido tan feliz en la línea 6 bien estrujadita por personal de todo tipo, pero una vez que te acostumbras a lo bueno…

En fin, el primer día (en pleno invierno) me pertreché con mi plumas hasta los pies, comprado para la ocasión, y con el ánimo a tope. Tras 15 minutos esperando el tren, los ánimos cayeron víctimas de la congelación, menos mal que en el tren se va calentito y que, salvo por la música estridente de mi compañero de asiento, pude leer para pasar el rato.

Otro cantar es el metro. Es imposible leer e incluso intentar estirar mínimamente los brazos en hora punta. Debe ser por eso que a la gente le da por bostezar sin taparse la boca, es decir, que te bostezan en la cara, aturdiéndote con ese leve (digo leve por no decir apestoso) alientillo mañanero que se te mete hasta el tuétano. Otro de esos momentos en los que me pregunto por qué no trabajo en casa.

Diez minutos en coche hasta la estación, cinco paradas de tren, dos transbordos de metro y un paseíto para llegar a la oficina. Tiempo empleado: 1hora 10 minutos (todo ello si no hay una avería, corte de luz o huelga de algún tipo). Energía empleada: toda. Ganas de empezar a trabajar: ninguna.

Si llegaba ya cansada al trabajo, no os cuento como llegaba a mi casa por la noche. Debe ser culpa de la edad porque a los 20 cogía 7 metros, me bostezaban en la cara, me apretaban contra la barra del tren, me empujaban en la salida, se estropeaban las escaleras mecánicas y se ponía a llover de repente y llegaba a casa con una sonrisa y sin protestar. ¿Qué me pasa? ¿Me he carmenlomanizado? ¿Necesito comodidad absoluta para poder funcionar?

Ante la perspectiva de que me echaran del trabajo por bajo rendimiento abordé el problema como pude: me compré una moto. Puede que sea fruto de la crisis de los 30, quién sabe, si a los 50 a los hombres les da por comprarse un descapotable quizá a los 30 a nosotras nos dé por motorizarnos. El caso es que no puedo estar más contenta; es cierto que en los primeros trayectos iba con el culo apretado y los brazos tiesos y puede que hiciera algún movimiento temerario que jamás confesaré, pero después de un par de meses de práctica me siento la reina de la carretera con mi scooter de 125. Tiempo empleado: 30 minutos. Energía empleada: escasa. Ganas de empezar a trabajar: ninguna (sí, puede que esto no fuera culpa del transporte….).

viernes, 24 de agosto de 2012

Alone in the office

Volver a la realidad es duro, más aún cuando el resto de tus compañeros siguen de vacaciones. Pero estar sola en la oficina tiene ciertas ventajas que seguro echaré de menos a partir de septiembre... Sin ir más lejos, esta mañana me he comido una palmera de chocolate en mi mesa sin importarme parecer una gocha infame engullendo como si no hubiera mañana y sin esforzarme porque el chocolate no quedara esparcido por media cara, así es como se disfruta comiendo, sí señor!

El aire acondicionado a mi gusto, nadie pidiendo favores, trabajando a mi ritmo, buceando en zar a.com sin tener que mirar hacia los lados... en días como estos me preguntó cómo sería trabajar desde casa, supongo que algo parecido a esto pero en pijama y con visitas periódicas a la nevera. Puede que la edad me esté convirtiendo en un ser cada vez más asocial o simplemente de vez en cuando uno agradece que no le toquen las narices y le dejen a su aire. 

Probablemente todos nos hemos imaginado alguna vez trabajando solos, sin compañeros, sin jefes... pero no sé si la idea termina de convencerme. Con mi escasa fuerza de voluntad y mi nivel de constancia puede que terminara tirada en el sofá, con 20 kilos de más y alguna que otra deuda. Así que de momento me conformo con mis días de soledad en la oficina, aprovecharé para robarles un par de bolis a mis compañeros, echarme unos bailes entre las mesas y mirar por la ventana cómo las señoras  de buena familia disfrutan de sus vacaciones (indefinidas) de compras por Madrid (dios, como las odio!).


lunes, 7 de mayo de 2012

Renovando el carné de conducir

Una señal inequívoca de que te haces mayor,pero mayor de verdad, es recibir La Carta. Ese insignificante trozo de papel en el que, con una literatura exquisita, la Dirección General de Tráfico te informa de que tienes que renovar tu carné de conducir. Sólo les falta añadir en letras rojas un “sí, aunque no te lo creas, ya han pasado 10 años”.

10 años… ¿cómo es posile? Pero si parece que fe ayer cuando iba con mi L tan contenta, con mi carné recién sacado y toda una vida por delante. Lo único bueno que le veo a esto es que por fin me libro de la foto de mi primer carné de conducir, la peor foto de mi historia (y os aseguro que me han hecho muchas fotos malas), en la que mas que una jovencita de 19 años parecía un señor bajito y enfadado.

Renovar el carné ahora es muy sencillo. Te haces el psicotecnico y ellos se encargan de todo. Yo llegué con la mejor de mis sonrisas esperando estar allí no más de 5 minutos. El paripé de la vsta, que si oyes el pitido y aquí tienes tu carné. Pues nada de eso. Debí dar con el único psicotécnico en el que te hacen todas las pruebas con un nivel extremo de detalle. El señor de la bata blanca (que por cierto llebava un sello de oro del tamaño de mi cabeza, algo que siempre da confianza a alguien que va a realizarte pruebas médicas) me preguntó cosas como si padezco del corazón, si he estado hospitalizada, si me han operado, si sufro dolores de cabeza, si tengo problemas respiratorios.. y así durante 20 minutos. Vamos, que menos si me picaba el culo me preguntó de todo.

Después vino la prueba de fuego: el panel de las letritas. Aunque hace años que uso gafas para el ordenador, porque como buena persona mayor veo mal de cerca, cuando el sr. del psicotécnico me preguntó si usaba gafas solté un enérgico No y me quedé tan pichi. Así que cuano me pidió que leyera la fila de letras más pequeña tapándome un ojo me cagué del todo (no literalmente). No veía un carajo y entre una M, una H o una D no conseguía encontrar ninguna diferencia. Sin saber cómo el tío me dijo que valía, que a tráfico lo que le interesa es la vista binocular, que no pasaba nada. Pues oye, si a tráfco es eso lo que le interesa…

Por supuesto, me tomó la tensión, comprobó que oía bien y me hizo jugar al juego de las bolitas dichosas. Como soy tan competitiva, lo dí todo y tengo que reconocer que hasta me enganché un poco; me hubiera gustado echar otra partida para mejorar mi marca… ¿por qué Nintendo no habrá comprado los derechos?

Para terminar la temida foto. No sé a quién se le ha ocurrido la brillante idea de hacer las fotos del carné con una webcam. Supongo que como nadie sale bien en ellas pues total, para qué complicarse. A mi ni me la enseñaron, así que sospechaba que no iba a ser ninguna obra de arte. Efectivamente, la semana pasada recibí mi nuevo y flamante carné y en la foto salgo igualita que mi madre. Pero no como mi madre hace 30 años, no, como mi madre ahora mismo, a sus espléndidos 56. Vamos, que le puedo dejar mi carné para que se de unas vueltas la mujer. En fin, la llevaré con orgullo (o escondida en el último rincón de mi cartera) los próximos 10 años.

jueves, 3 de mayo de 2012

Trabajo nuevo, vida nueva


Después de siete años dejándote la piel en un mismo trabajo, poniendo la mejor de tus sonrisas e invitando a café de forma esporádica a tus compañeros, piensas que cuando por fin has decidido poner pies en polvorosa para empezar un nuevo proyecto se derramarán algunas lágrimas e incluso verás a tu jefa suplicar que, por favor, no les dejes.

Bien, mi marcha del trabajo no fue exactamente así, pero estoy segura de haber visto algún ojillo vidrioso y alguna mirada desafiante por los marrones de trabajo que dejaba a mis espaldas. Lo cierto es que pensaba que, pese a trabajar en una multinacional con más de 30.000 empleados, decir que me iba pondría patas arriba toda la empresa y esperaba algún comentario tipo ”sin ti, esto se hunde” o algo similar. Sí… ya lo sé… me estoy flipando.

Ahora alguno soltaría el rollo ese de “nadie es imprescindible” y bla bla bla, pero ¿no es bonito pensar que sí lo somos? Cuando dejas un trabajo y tus antiguos compañeros te llaman al día siguiente para preguntarte como se hace el informe ese tan raro con barras de colores que hacías tú, te sientes poderosa y les echas una mano porque, pobrecillos, al fin y al cabo tienen que seguir adelante sin ti…

Un par de meses después de mi marcha estoy convencida de que nadie recuerda ni mi nombre ni mucho menos el trabajo que hacía. Qué pena haberles dado mis mejores años… Ahora, por lo visto, buscan una persona para cubrir mi puesto a la que ofrecen un sueldo que dobla lo que yo cobraba, ¿que cómo me siento? Pues debería sentirme como una auténtica pringada pero la verdad es que me confirma que la mejor decisión ha sido largarme. A punto de cumplir los 30 que mejor que empezar nuevo trabajo y renovar ganas e ilusión. Nunca es tarde para empezar algo nuevo. Y vosotras/os, ¿habéis hecho cambios importantes rondando la treintena? ¿Es ahora o nunca?

lunes, 30 de abril de 2012

Apreciada juventud


Durante este descanso blogueril han cambiado algunas cosas de mi universo pre-treintañero. Mi último año como joven veinteañera avanza sin retorno y me asaltan nuevas dudas y preguntas. De repente los bebés me parecen monos hasta cuando lloran y un sábado por la noche viendo una peli en el sofá me parece un plan perfecto, ¿madurez? ¿locura transitoria? Sea lo que sea es para preocuparse…

Uno de los mayores cambios ha sido cambiar de trabajo. En plena crisis y tras siete años con el mismo trabajo bueno y estable he cometido la locura de aventurarme en un nuevo proyecto, quizá menos seguro, quizá más arriesgado… pero pensé “si no lo hago ahora, ¿entonces cuándo?” Y me lancé.

La crisis de los 30 está haciendo mella, está claro. Y hay que tomar decisiones, Ahora o nunca. Es el momento de dejarlo todo e irse la extranjero, de montar una tienda de sombreros o de cambiar de profesión porque la tuya de aburre soberanamente. Quizá dentro de 5 años ya sea tarde y la responsabilidad nos invada, así que rápido, aprovechad!! Huyamos a Brasil, intentemos ser actrices en Hollywood, montemos un grupo de rock y recorramos los bares haciendo ruido, comprad tantos zapatos como podáis, id a trabajar con vaqueros, pintaos las uñas de amarillo, comed pizza a diario, no planchéis, levantaos a las 12 los domingos… Resistámonos y aferrémonos a un intento desesperado de alagar estos años irresponsables ¿lo conseguiremos?.